Fue uno de los ocho elegidos que disputaron el último mundial de ajedrez en México, donde acabó un tanto «decepcionado» por sus resultados, pero acaba de firmar un torneoexcelente en Bakú (ciudad natal de Kasparov, quien lo señaló hace años como uno de sus sucesores).
El ruso Alexander Grischuk espera volver pronto al top ten, aunque ya no se ve como futuro número uno.
Él lo ve de otro modo:«Simplemente, tengo dos profesiones».Reconoce que el dinero, del que no le gusta hablar, es un valor añadido, aunque asegura que no es suprincipa lmotivación para jugar al Texas hold’em (la modalidad máspopular, si bien él prefiere el Omaha). Incluso se declara incapaz de mostrar preferencia por alguna de sus dos ocupaciones.
«Soy un hombre feliz.Mucha gente va a la oficina porque no le queda otro remedio y a mí me gustan mis dos trabajos».
Grischuk no es un caso aislado, aunque sí el más destacado de la fuga de talentos que sufre el rey (hasta ahora) de la república de los juegos, dirigida poruna Federación «sin imaginación» queno sabe aprovechar su enorme potencial:«En el mundo hay 500 millones depersonas que lo practican, mientrasque solo hay 200 millones que sepan jugar al póquer. El problema es que nadie trabaja seriamente en cómo desarrollar el ajedrez».
El ex campeón mundial Kasimdhanov y grandes maestros como Morozevich, Gurevichy Sokolov cada vez coquetean más con los tapetes. Grischuk asegura que no basta con destacar con lo sgambitos para ser un profesional de los faroles, pero «cualquier buen ajedrecista tiene la capacidad deconvertirse en un jugador de póquer más o menos avanzado, porque se necesitan cualidades muy parecidas». «También hay dificultades», admite. «Algunos ajedrecistas son mentalmente inestables y eso es muy malo a la hora de asimilar las rachas de mala suerte».Grischuk creció con Bobby Fischery Mijail Tal como ídolos.
Ahora su olimpo particular ha tenido que hacer sitio a Doyle Brunson y Stu Ungar. En todo caso, asegura que ambos juegos «son igual de profundos». Si acaso, acostumbrado a la fría concentración sobre el tablero,a veces le molesta el carácter parlanchínde los «tahúres». La asignatura pendiente del póquer, no obstante, es unprograma que juegue como un campeón.«Faltan cinco o diez años». ¿Yserán capacesde farolear? «Por supuesto.Y se acordarán de todo, como hacen los de ajedrez con sus bases de datos».
Federico Marín Bellón