La polémica ha vuelto a hacer acto de presencia en el congreso de los diputados a raíz del último escándalo destapado por los medios de información durante la semana pasada. En una sesión de las más tensas que se recuerdan la oposición ha acusado al gobierno de irresponsable después de que saliera a la luz la noticia de que el presidente del gobierno había estado reuniéndose en su despacho junto a su becaria para jugar una o varias (todavía se desconoce la cantidad) partidas de ajedrez.
Se sospecha que esto se ha producido en al menos tres ocasiones diferentes desde la entrada en la Moncloa de la becaria. El presidente no ha negado su implicación en los hechos e intentó en varias ocasiones justificar la posibilidad de que se hubieran producido estas partidas. La oposición por su parte intentaba esclarecer los hechos.
El interés se centraba en saber si estas partidas se habían celebrado en el horario de trabajo del presidente y la becaria, si ambos tenían conocimientos previos sobre el juego, si el tablero y el resto de piezas eran de propiedad pública o bien pertenecían a alguno de los jugadores, si se utilizó reloj o no y si algún miembro del gobierno conocía estas prácticas deportivas a puerta cerrada del presidente.
También se ha llegado a insinuar que ni la propia esposa del presidente estaría enterada y que tuvo que ver en los periódicos como su marido celebraba partidas de ajedrez con una becaria a sus espaldas (no con la becaria en la espalda sino a espaldas de su mujer se entiende, hubo que hacer la aclaración para varios diputados que no entendían como podía el presidente jugar con la muchacha en esa posición), hecho que sería doblemente grave ya que ésta siempre ha manifestado su pasión por este juego y conocer por la prensa que juega con otra mujer, más joven y además en su propia casa debió resultar ciertamente hiriente.
El presidente respondió como pudo a estas cuestiones sin confirmar los hechos. En su defensa declaró que si el presidente juega al ajedrez es para ejercitar no sólo su físico sino también su mente, algo que los ciudadanos lógicamente agradecerían.
También declaró que si el presidente decide ejercitar su cuerpo y mente con otra persona sea ésta becaria o no es algo de lo que no ve la necesidad de informar al consejo de ministros aunque si sería mejor consultarlo antes con su mujer. Por otro lado aseguró que en la residencia presidencial no hay relojes de cronómetro confirmando que al menos, si se disputaron esas partidas, fueron de carácter amistoso.
También matizó que como los medios dicen que jugó con una becaria no habría realmente un conflicto de utilización del gasto público ya que a la becaria no se le paga nada. Después de este intercambio entre gobierno y oposición el resto de grupos también se mostró interesado en la polémica ajedrecística. La izquierda más radical lamentó que el presidente se dedicara a jugar al ajedrez, juego claramente monárquico en el que las clases sociales más débiles son utilizadas sin ningún tipo de vergüenza como carne de cañon para conseguir objetivos puramente imperialistas.
El diputado portavoz de este grupo declaró que debería revisarse la legislación por mantener juegos de esta virulencia al alcance de cualquiera. En su opinión lo único positivo del juego sería el jaque mate (dado su carácter antimonárquico) pero ve lamentable el uso de los peones como meros instrumentos del poder real. Además manifestó su rechazo a que sólo se utilicen fichas blancas y negras en una muestra clara de marginación hacia los otros colores del arcoiris.
Después de tan contundente intervención los grupos nacionalistas insistieron en el carácter imperialista del juego y pidieron al presidente que respondiese si se identificaba más con el rey o con el dirigente de quince piezas, cada una de las cuales con sus particularidades y su historia diferenciada. A continuación se produjo la sorpresa del día al pedir la ministra de igualdad su intervención en el debate. Y más sorpresa sería cuando su intervención era para pedir explicaciones a su presidente.
La ministra manifestó su tristeza y malestar por el hecho de que su presidente diera tan lamentable ejemplo a la sociedad divirtiéndose con un juego claramente reaccionario y sexista. Pidió, al igual que la izquierda radical, que se legisle acerca de este tipo de juegos ya que considera humillante para la mujer que el rey siempre sea el más importante (deberían intercambiar su papel en cada partida siendo así que una vez sería jaque al rey y otra jaque a la reina), que debería haber un caballo y una yegua, un alfil y una alfila (teniendo así que actualizar el diccionario), que los peones deberían diferenciarse la mitad de ellos como machos y la otra mitad como hembras, etc…
Al ver la cara de sorpresa de su presidente afirmó que estas peticiones no eran injustas y que llevando el criterio de igualdad al máximo comprendía que en lugar de dos torres hubiera una torre y un torreón. Después de todas estas intervenciones el presidente se dirigió a todos los diputados para declarar que tendría en cuenta sus sugerencias legislativas y que hablaría con todos los grupos parlamentarios para llegar a un consenso sobre el uso del ajedrez por miembros del gobierno así como la revisión de sus normas y características manifiestamente mejorables a raíz de las observaciones expuestas. De la becaria nada más se sabe.