Un club que mueve ficha desde 1965

ALEKHINE era un jugador de ajedrez ruso, conocido internacionalmente en los primeros años del siglo XX. Su apellido lo tomó en 1965 un grupo de aficionados a este deporte en Estella para dar nombre al único club de esta disciplina que existe hoy en la merindad. Buscaban también cierta proyección provincial y suscitar el interés por este juego en el mayor número de gente. Lo consiguieron, con épocas de muchos jugadores, pero ahora atraviesan un pequeño bache.

El fallecimiento del estellés Carlos Sáenz, el que tiró del club en los últimos años, lo dejó huérfano.

Los nueve que ahora se mantienen al frente quieren reflotar la entidad. Con esta intención, han lanzado un curso de iniciación los miércoles en la casa de juventud. Quieren picar el gusanillo, sobre todo, a los más pequeños, ya que a día de hoy el más joven del club tiene 19 años. «Pretendemos crear una generación nueva para que Alekhine no desaparezca», recalca su actual presidente, Íñigo Ganuza Mauleón.

Él, estellés de 33 años, se introdujo en este mundo a los 7 años. En su centro educativo, Lizarra Ikastola, impartían ajedrez una hora por semana y su facilidad para leer las partidas le fue creando un vínculo que le ha acompañado hasta hoy. «Ganaba a todo el mundo y para mí era como un juego más. Enseguida, Carlos Sáenz me habló del club y entré con 9 años», recuerda. Competía en los Juegos Deportivos de Navarra y también en casa rivalizaba con su hermana Susana. Hoy continúa practicando en su domicilio, pero estudia, sobre todo, con un libro junto al tablero estrategias de jugadas. «Es un deporte desconocido. La gente no sabe ni qué es una apertura ni el valor de las piezas, dos cosas muy básicas», indica.

En las próximas semanas el club se juega mucho. Lidera con cierta ventaja su Liga, en Primera División, y quedan dos partidos para que se decida todo. «Creo que subiremos a la máxima categoría, Preferente, donde siempre hemos estado», auspició. Nerea Mauleón Carranza, de 27 años, también confía en ello. Ella ha vivido sus buenos tiempos y su compromiso por ganar «adeptos» a este deporte le llevó hace dos años a la presidencia de la Federación Navarra de Ajedrez.

Líder de su Liga

En el club milita desde los 8 años y también es miembro de la directiva de la Federación Nacional. Está claro que quiere contagiar su afición por el tablero, la misma que adquirió de su primo Íñigo Ganuza Mauleón de niña. «Él es mayor que yo y empezó a practicar e ir a los campeonatos de España. Yo quería estar en la misma piel que él y entré en el club. Entonces, Alekhine era uno de los mejores de la Comunidad y su actividad, muy intensa. Teníamos dos equipos y competíamos una treintena de jugadores, entre los que se encontraban muchos niños. Ahora somos nueve y el menor tiene 19 años», comenta.

A su juicio, ha fallado la promoción. «En Estella no se ha ofertado este tipo de deporte. Quizá algunos no sepan ni que existe el club». Además, cree, es un juego que, desde fuera, atrae a pocos. «A la gente le parece un rollo, pero cuando te metes te termina atrayendo. Además, ayuda a estructurar la mente porque hay que pensar de una forma ordenada y así es cómo se tiene que tener la cabeza». Ella compite con el club y de vez en cuando se encasilla en algún torneo de verano. Además, acude también a sus obligaciones como árbitro internacional. «El título lo obtuve con 22 años. Nadie en Europa lo había logrado tan joven y en 2004 dirigí una Olimpiada en Mallorca».

Ahora mismo, es séptima, con 1823, en el ranking de puntos de su club. El primero, Gorka Argandoña Salinas, con 2087. Su historia con el ajedrez también es, en parte, una herencia. «Se apuntó mi hermano mayor, Íñigo, y en casa me enseñaba lo que él iba aprendiendo. Siempre me ganaba y yo entré en Alekhine para poder vencerle», ríe. Entonces, frecuentaba por las tardes la sede que tenían en los bajos del edificio de la estación de autobuses. «Me atrajo la relación con otra gente, los viajes. y me enganchó». Tanto, que, a sus 29 años, todavía sigue en el club y mantiene su estrecha relación con las 16 piezas. «Para mí el ajedrez es sinónimo de diversión, competición, de tener la cabeza activa. Muy lejos de los calificativos que utilizaría la mayoría porque se ve como un juego muy tranquilo que, en principio, retrae un poco», considera. A él no le da, en absoluto, pereza. «Lo cojo con entusiasmo, pero sí es cierto que te agota mentalmente, del mismo modo que los exámenes de la universidad porque le das muchas vueltas a qué pieza mueves».

Después de 28 años practicando, su estudio no cesa. «Tiro de libros, Internet. Nunca se termina de aprender del todo. Es un tema muy extenso, que puede acompañarte toda la vida». Y que, en su caso, está muy presente, también físicamente. «Tengo tableros por todos los lados: grandes, de bolsillo. pero uno de madera es el más especial. Nos lo regaló a mi hermano y a mí un familiar de niños y le tengo mucho cariño, como a este deporte».

Fuente Diario de Navarra

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