Checkmate au cœur

Checkmate au cœur

Uno frente a otro, separados por un tablero de ajedrez. Cruzo lentamente las piernas sobre el sofá mientras me remango con disimulo la falda, dejando al descubierto el comienzo de mis pantorrillas. Tú ahí, tranquilo y seguro, recostado cómodamente en el respaldo.
Comienzas a colocar las piezas, todas saben cuál es su misión, cada una busca su sitio. Protegen a su rey y conquistan el territorio contrario. Pero tú no atinas a poner un peón junto a otro, sólo estás pendiente de mis rodillas, que se asoman furtivamente vestidas de seda negra y coronadas con ligas de puntillas … Esta partida se disputa dentro y fuera del tapiz blanquinegro, pero es imposible dar jaque mate sin poner en peligro a la reina. Empieza el juego.

Las blancas, con una apertura tímida, sólo dejan avanzar un paso al peón de su dama, que no es cuestión de lanzarme de golpe, no sea que mi contrincante se defienda más de la cuenta. El terreno tengo que ir conquistándolo poco a poco. Tú dejas galopar a tus caballos, mientras los envuelves en la niebla de una bocanada de humo. Te miro. Pierdes la concentración y tu sonrisa delata que temes un final inesperado para esta partida.

Libero poco a poco algunas de mis piezas, para no correr peligros innecesarios. Aunque tú, todo un especialista en tácticas, sabes que un buen comienzo no asegura el triunfo, tu estrategia es conocer mis pensamientos, adivinar mi siguiente movimiento y trazar un camino para que te siga. Tú y yo, frente a frente en busca de la victoria. Cuanto más miras, más te gusta lo que ves. Los deseos de pasión te confunden, comienzas a sacrificar peones con tal de conquistar a esta reina de corazones. ¡Quizá, yo sea más rival de lo que aparento y necesites entregar también tus alfiles!

Parece que se juegan partidas diferentes, mientras yo sólo pienso en tu próximo ataque, tú sueñas con avanzar y acortar distancias. Me acomodo entre cojines y mantas y pierdo la mirada fingiendo despreocuparme de todo. ¿Te enrocas? Ahora crees que atrincherarte junto a una torre de marfil te librará de mis propósitos, pero eso sí, mantienes tu gallardía con tu intachable porte de vencedor, sin permitir que te hagan sombra. ¡Vaya! En este tablero no puede brillar nadie más que tú. ¿Te crees a salvo de las provocaciones de tu rival? No te fíes, será por poco tiempo, que torres más altas han caído y la cosa se te está complicando. A los reyes como tú no les gusta reconocer sus debilidades.
Pero te pueden las prisas, nunca has soportado la lentitud del juego de la conquista, sientes que no te tengo miedo, a cada ataque recibes mi respuesta. Quieres vencer, el premio lo elige el ganador y ese placer es un secreto, no puedes dejar de jugar. Y te acercas, pero yo no me enroco. Me estudias, soy enigmática, hermosa, desequilibrante, incapaz de descifrar… y eso te mata.
−Tú mueves− te recuerdo varias veces, estás tan absorto…
El tiempo se detiene mientras recorres con tu mirada el contorno de mi cuerpo y yo dejo que tus ojos acaricien mis caderas.
Vuelves al tablero, pero ya no eres el mismo, tus labios humedecidos, las manos inquietas mueven al azar cualquier pieza. Has descubierto un camino abierto, oculto entre los botones desabrochados de mi camisa. ¿Desabotonados por casualidad?
Suavemente ladeo mi melena mientras me apoyo sobre el codo, para por fin recostarme a lo largo del sofá. Me sonríes y yo te devuelvo la sonrisa.
− Te toca – susurro con dulzura.
Torpemente sigues la partida. Pero ya ninguno está pendiente. Yo estoy cada vez más nerviosa, siento pellizcos en el estómago, y en todas partes de mi cuerpo. He dejado de pensar con claridad. Sólo te veo a ti, tan atractivo, con tus delicadas manos y esa sonrisa pícara que me encanta. ¿Dónde está ahora mi oponente?
− ¿Quieres una copita? – te pregunto, levantándome para recuperar un poco la calma.
− ¿Por qué no? – contestas mirándome muy fijamente con una extraña fuerza, hasta llegar a sonrojarme.
Mis manos tiemblan, los cubitos ruedan por el suelo. Me agacho a recogerlos, mientras resbalan entre mis dedos, levanto la mirada y ahí estás tú, hipnotizado ante mi escote.
Vuelvo al juego. Los cubitos a la copa, y su tintineo producen una música que anuncia el comienzo del final.
El rey negro no aguanta más, equivoca dos movimientos y se deja vencer.
− Ja… – balbuceo – Jaque mate.
− Mate no, jaque al corazón – me respondes mientras chocas tu copa con la mía.
El tablero cae y las piezas ruedan por la alfombra. Tus manos se acercan, se cruzan con las mías. La reina abandona su ataque, ya no hay rey que derrocar. El rey abandona la conquista, ya la tiene en el bote. Una partida acaba y otra comienza.

 

Cortesía de Mar Cleo

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